Miércoles, mitad de la semana y escupiendo adrenalina por
todas partes. Así es mi lunes a viernes habitual. Cuatro horas de trabajo.
Veinte-treinta minutos para llegar al segundo. Y cuatro horas más para finalizar. Dos
medias jornadas que hacen una completa. A
ello se le suman mis visitas al gimnasio, hacer la compra, cocinar, lavar ropa,
estudiar algo de inglés, practicar el
listening con películas y alguna vida social. En definitiva, me he convertido
en un busy man al Canadian style! :P
Y a pesar de trabajar ocho horas seguidas, comiendo mi sándwich
o la comida de mi tupper delante del ordenador, pocas veces mi trabajo me había provocado tanta satisfacción. O si lo he sentido ya no me acordaba de ello ¿Tengo el mejor
trabajo de mi vida? No ¿Es la mejor empresa en la que he trabajado? No. Pero
venir de un país donde el desempleo y las malas condiciones laborales son la causa de
una depresión colectiva, te hace valorar
esa sensación de estrés, de que no te llegan las horas para hacer tantas cosas y
de que se sucedan acontecimientos prácticamente cada día.
Trabajar, aprender trabajando, sentirte valorado y obtener
pequeños triunfos que te motivan a seguir adelante es en estos momentos una de
las grandes satisfacciones de mi vida en Vancouver. Además, el hecho de hacer
cosas nuevas, que se multiplican por dos con dos trabajos, tener compañerosde
distintos países (Brasil, Japón, Reino Unido, India, Corea, China y, por
supuesto, Canadá), hablar cada día con personas con historias diferentes e
intentar ayudarles y ofrecerles soluciones....
Nunca pensé que diría esto, pero es cierto, trabajar puede ser un motivo para
la felicidad, sin que tenga que ser ganando mucho dinero esforzándote poco.
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Imagen tomada en mi camino entre trabajos |
Trabajo en una statup (una empresa online) y en un college
que está empezando, por lo que ambos lugares son caldo de cultivo de nuevas
ideas, nuevos retos y aprender día a día con cosas nuevas.
Es curioso como esta situación me recuerda a mis comienzos
laborales, cuando trabajaba más duro a cambio de menos dinero, pero
lo hacía ilusionado porque creía en el proyecto de mi empresa y estaba
contento de participar en él. Desde luego, ver nacer una empresa, aportas tus
ideas y verla crecer día a día es una gran satisfacción personal.
Ya van diez meses en Vancouver y mirando hacia atrás
veo todo lo que he avanzado y los objetivos que he ido cumpliendo. Mi inglés
dista mucho de ser perfecto, pero soy capaz de comunicarme en prácticamente cualquier situación. La gente me entiende sin problemas y yo cada vez
necesito esforzarme menos para entenderlos, aunque sigue habiendo personas y
acentos que se hacen más duros.
Laboralmente, he conseguido pasar las tres
entrevistas a las que me han llamado y he ido progresando poco a poco en donde
me he quedado. He conseguido que fueran valorando mi trabajo a
pesar de mi macarrónico inglés y en ambos casos me han mostrado su interés en
intentar ayudarme para conseguir ampliar mi visado de trabajo, lo que no es poco y se agradece y mucho.
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Típica valla para tapar las obras, pero aquí dice "necesitamos personal" |
A nivel personal, la ciudad inhóspita para la vida social
que me ha llegado a parecer Vancouver en algún momento, ya no lo es tanto. Y
las barreras culturales y lingüísticas, que he sufrido y padecido para hacerme
un hueco en ella, parece que poco a poco se van suavizando. Sigo topándome
con conductas que no comparto y con una forma de ver las cosas que no entiendo,
pero poco a poco voy consiguiendo interpretar sus códigos, recibo mensajes y
llamadas en mi móvil que antes eran imposibles y llega el fin de semana y ya
tengo que empezar a organizarme para cenas, cafés y fiestas. Y he descubierto que el acento español hablando inglés es sexy! :P
Ahora también soy consciente de que no todo estaba fuera,
sino también dentro de mí. Llegas a una ciudad nueva, con una cultura diferente
y un idioma que no dominas, sin amigos ni familia, y esperas recibir lo mismo
que recibías de ellos, sin darte cuenta de que eres un completo desconocido
para todo el mundo. Y tú eres la única persona con la que puedes contar.
Pero también es cierto que te acabas cruzando con mucha
gente excepcional, mucha que pasa y poca que se queda. Pero también la hay.
¿Españoles? Sí, por supuesto. Claro que no puedes estar rodeado de españoles
todo el rato. Y que si estás en otro país es para integrarte y hablar su
idioma. Pero también es cierto que, cuando estás fuera, tener a mano a alguien
que pueda compartir tu visión de las cosas y con el que sabes que puedes contar
en cualquier momento es un lujo. Y yo afortunadamente creo que he tenido la suerte de conseguir ese equilibrio.
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Una de las primeras imágenes que saqué de Vancouver |