Cuando las propias empresas recurren al tema de la
emigración en sus anuncios de Navidad es que algo muy fuerte está
pasando. No hay estadísticas que valgan, porque en ningún sitio se refleja la
magnitud de este fenómeno que se está dando en España en este momento. La gente
se va. Aunque la mayoría con la esperanza de volver pronto, otros no lo harán.
Vancouver es una ciudad internacional. No muy grande,
pero en la que puedes conocer personas de
sitios que casi no sabías ni que existían, y si lo sabías, pensabas que estaba
tan lejos y tan aislado, que sus habitantes tendrían cuernos y rabo. Sin ir más
lejos, un amigo mío vive con una pareja de mongoles. Yo con un malayo. Y no es
raro que en algún momento dado acabes tomando un café o una cerveza con un
iraní o un saudita. Sí. Aquí beben alcohol. Te das cuenta de que por muy lejos
que estén estos países, por muy distantes que sean sus culturas, al final todos
tienen una historia detrás parecida a la nuestra.
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En Vancouver cada vez es más menos raro escuchar acento español |
Los españoles éramos muy exóticos en Vancouver hasta
hace poco, pero desde hace unos dos años para aquí la comunidad de españoles ha
crecido considerablemente y de vez en cuando uno puede escuchar por la calle
español con acento castizo. Tanto es así, que nos hemos convertido en uno de
los objetivos más importantes de las
escuelas de inglés.
Pero cuando en mi empresa discutimos sobre los temas de
interés de las personas que salen al extranjero para estudiar inglés yo siempre
digo lo mismo. Los españoles lo que buscamos es trabajo. Es algo que nos
diferencia del resto de los estudiantes. Nosotros no salimos del país de vacaciones.
No nos vamos buscando experiencias que nos hagan salir de la monotonía. Los españoles
buscamos las oportunidades que el país en el que vivimos y el momento en el que
estamos nos han quitado.
Al poco de llegar a Vancouver conocí a un arquitecto que se había venido a Vancouver con su mujer, también arquitecta, y con su niña
pequeña. “¿Y a ti cómo te va?”, me preguntó en un tono triste. “Yo acabo de
llegar”, le respondí, mucho más ilusionado. “¡Ah! ¡Pues mucha suerte!”.
Afortunadamente trabajaban en un estudio de arquitectura, y seguramente como
cualquier otro arquitecto, pero cobrando mucho menos que un canadiense. Nos conocimos en el portal de un edificio donde vivía otro español,
que se volvía a España y se deshacía de las últimas cosas. Solidaridad española.
La única que he visto aquí. Españoles que se van y que regalan sus pertenencias
a otros compatriotas o las venden a bajo precio.
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La motivación de los españoles a salir se centra en la búsqueda de trabajo |
En una pizzería del que ahora es mi barrio, al poco de
llegar, entré a pedir un trozo de pizza, con mi inglés dubitativo y señalando
con el dedo. “¿Eres español?”, me preguntó con una sonrisa. Mi acento me
delataba. “Sí, acabo de llegar”, le dije. Y no tardó en escucharme tres frases
más para exclamar “¡Y gallego!”. Al otro lado de la barra estaba una coruñesa
de poco más de 20 años, que atendía en un perfecto inglés a todos los clientes
del local y con una sonrisa que daba vida a toda la pizzería. Detrás de esa
sonrisa, muchas experiencias y ya mucho callo con tan pocos años. Venía de un ciudad
del interior de Canadá, donde estuvo trabajando, pero donde le estafaron y no
le llegaron a pagar.
Los españoles buscamos trabajo y por eso la mayoría de
los extranjeros que vienen aquí con un Study and Work Program son españoles. Es la opción más sencilla para
los que no tienen la Working Holiday Visa. Haces un curso de inglés de 3 o 6 meses y
después puedes trabajar otros 3 o 6 meses. En un principio es para trabajar una
vez que terminas el curso, pero como te suelen dar el Work Permit desde bastante antes, muchos se lanzan al mundo laboral en cuanto pueden, y realizan
sesiones maratonianas. Seis horas de escuela (porque es obligatoria si no
quieres perder el visado) y otras 6 trabajando de friegaplatos, recoge-vasos y,
los más afortunados y con mejor nivel de inglés, de camareros. Doce horas
diarias sin parar, comiendo en 5 minutos y echando una cabezadita cuando se
puede, porque cuando toca día libre a ver a quien no le tientan unas cervecitas…
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La mayoría de los emigrantes son recién licenciados sin experiencia laboral |
Y una de las preguntas estrella cuando te encuentras con un paisano es ¿y tú qué vas a hacer cuando se te acabe la visa? Los hay que vienen con todo planificado y estudiado. Que elijen vivir en una provincia canadiense determinada porque es más fácil conseguir la residencia permanente, el sueño de todo emigrante. Los hay que se van haciendo un hueco en el mercado laboral y van escalando poco a poco, hasta que llegan a un empresario dispuesto a esponsorizarlos para solicitar un visado de trabajo, haciéndose cargo el trabajador de todos los gastos, por supuesto (en torno a unos 3.000$).
Algunos están más ilusionados que otros. Unos piensan
en quedarse aquí para siempre, y otros no ven el momento de regresar, o lo
peor, no están bien aquí, pero tampoco saben muy bien qué hacer de sus vidas.
¿Adónde ir después?
También los hay que por la el choque cultural y la
dificultad del idioma se acaban aislando y llegan a rozar la depresión.
Sí, claro que algunos se vienen con la tarjeta de
crédito de papá y viven a todo trapo, pero no es lo más habitual, os lo
aseguro.
Un día un canadiense me dijo que era afortunado por ser
español. A mí me dieron ganas de partirle la cara. Mientras un licenciado
canadiense tiene un sueldo más que decente y una carrera llena de
oportunidades, los españoles tienen que huir de su país y alejarse de su gente
para conseguir trabajos mal pagados o aquellos que no quieren los de aquí. “Lo
mismo que sucedía en España con los inmigrantes”, me dijeron alguna vez. Pues, seguramente.
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Algo común es ese afán por seguir adelante y buscar nuevas oportunidades |
A todos esos jóvenes y no tan jóvenes que han dado el paso de buscar nuevas oportunidades fuera de su país. ¡Bravo! A esos que han decidido actuar, en vez de quedarse perdiendo el tiempo en casa de sus padres ¡Bravo! A esos que prefieren luchar por conseguir las cosas, aunque sea a veces malviviendo, en vez de renunciar a sus sueños por el conformismo ¡Bravo!
Lo que se está viviendo en España no es una fuga de
cerebros. Supongo que los inteligentes son los que consiguen un trabajo dentro. Pero los que se marchan sí que son los que hacen cosas. Los que mueven un país. Los que luchan por sus
sueños. Los que fracasan y los que los consiguen. Los que tienen sangre. En
definitiva, los que viven.
¡A todos ellos
un muy feliz año 2014! ¡Que todos vuestros objetivos se os hagan realidad! O al
menos, que os acerquéis a ellos. Sean cuales fueren, ¡Mucha suerte!