martes, 31 de diciembre de 2013

Los otros (españoles)

Cuando las propias empresas recurren al tema de la emigración en sus anuncios de Navidad es que algo muy fuerte está pasando. No hay estadísticas que valgan, porque en ningún sitio se refleja la magnitud de este fenómeno que se está dando en España en este momento. La gente se va. Aunque la mayoría con la esperanza de volver pronto, otros no lo harán.

Vancouver es una ciudad internacional. No muy grande, pero en la que puedes conocer  personas de sitios que casi no sabías ni que existían, y si lo sabías, pensabas que estaba tan lejos y tan aislado, que sus habitantes tendrían cuernos y rabo. Sin ir más lejos, un amigo mío vive con una pareja de mongoles. Yo con un malayo. Y no es raro que en algún momento dado acabes tomando un café o una cerveza con un iraní o un saudita. Sí. Aquí beben alcohol. Te das cuenta de que por muy lejos que estén estos países, por muy distantes que sean sus culturas, al final todos tienen una historia detrás parecida a la nuestra.

En Vancouver cada vez es más menos raro escuchar acento español
Los españoles éramos muy exóticos en Vancouver hasta hace poco, pero desde hace unos dos años para aquí la comunidad de españoles ha crecido considerablemente y de vez en cuando uno puede escuchar por la calle español con acento castizo. Tanto es así, que nos hemos convertido en uno de los objetivos  más importantes de las escuelas de inglés.

Pero cuando en mi empresa discutimos sobre los temas de interés de las personas que salen al extranjero para estudiar inglés yo siempre digo lo mismo. Los españoles lo que buscamos es trabajo. Es algo que nos diferencia del resto de los estudiantes. Nosotros no salimos del país de vacaciones. No nos vamos buscando experiencias que nos hagan salir de la monotonía. Los españoles buscamos las oportunidades que el país en el que vivimos y el momento en el que estamos nos han quitado.

Al poco de llegar a Vancouver conocí a un arquitecto que se había venido a Vancouver con su mujer, también arquitecta, y con su niña pequeña. “¿Y a ti cómo te va?”, me preguntó en un tono triste. “Yo acabo de llegar”, le respondí, mucho más ilusionado. “¡Ah! ¡Pues mucha suerte!”. Afortunadamente trabajaban en un estudio de arquitectura, y seguramente como cualquier otro arquitecto, pero cobrando mucho menos que un canadiense. Nos conocimos en el portal de un edificio donde vivía otro español, que se volvía a España y se deshacía de las últimas cosas. Solidaridad española. La única que he visto aquí. Españoles que se van y que regalan sus pertenencias a otros compatriotas o las venden a bajo precio.

La motivación de los españoles a salir se centra en la búsqueda de trabajo
En una pizzería del que ahora es mi barrio, al poco de llegar, entré a pedir un trozo de pizza, con mi inglés dubitativo y señalando con el dedo. “¿Eres español?”, me preguntó con una sonrisa. Mi acento me delataba. “Sí, acabo de llegar”, le dije. Y no tardó en escucharme tres frases más para exclamar “¡Y gallego!”. Al otro lado de la barra estaba una coruñesa de poco más de 20 años, que atendía en un perfecto inglés a todos los clientes del local y con una sonrisa que daba vida a toda la pizzería. Detrás de esa sonrisa, muchas experiencias y ya mucho callo con tan pocos años. Venía de un ciudad del interior de Canadá, donde estuvo trabajando, pero donde le estafaron y no le llegaron a pagar.

Los españoles buscamos trabajo y por eso la mayoría de los extranjeros que vienen aquí con un Study and Work Program  son españoles. Es la opción más sencilla para los que no tienen la Working Holiday Visa.  Haces un curso de inglés de 3 o 6 meses y después puedes trabajar otros 3 o 6 meses. En un principio es para trabajar una vez que terminas el curso, pero como te suelen dar el Work Permit desde bastante antes, muchos se lanzan al mundo laboral en cuanto pueden, y realizan sesiones maratonianas. Seis horas de escuela (porque es obligatoria si no quieres perder el visado) y otras 6 trabajando de friegaplatos, recoge-vasos y, los más afortunados y con mejor nivel de inglés, de camareros. Doce horas diarias sin parar, comiendo en 5 minutos y echando una cabezadita cuando se puede, porque cuando toca día libre a ver a quien no le tientan unas cervecitas…


La mayoría de los emigrantes son recién licenciados sin experiencia laboral
Y  una de las preguntas estrella cuando te encuentras con un paisano es ¿y tú qué vas a hacer cuando se te acabe la visa? Los hay que vienen con todo planificado y estudiado. Que elijen vivir en una provincia canadiense determinada porque es más fácil conseguir la residencia permanente, el sueño de todo emigrante. Los hay que se van haciendo un hueco en el mercado laboral y van escalando poco a poco, hasta que llegan a un empresario dispuesto a esponsorizarlos para solicitar un visado de trabajo, haciéndose cargo el trabajador de todos los gastos, por supuesto (en torno a unos 3.000$).

Algunos están más ilusionados que otros. Unos piensan en quedarse aquí para siempre, y otros no ven el momento de regresar, o lo peor, no están bien aquí, pero tampoco saben muy bien qué hacer de sus vidas. ¿Adónde ir después?

También los hay que por la el choque cultural y la dificultad del idioma se acaban aislando y llegan a rozar la depresión.

Sí, claro que algunos se vienen con la tarjeta de crédito de papá y viven a todo trapo, pero no es lo más habitual, os lo aseguro.

Un día un canadiense me dijo que era afortunado por ser español. A mí me dieron ganas de partirle la cara. Mientras un licenciado canadiense tiene un sueldo más que decente y una carrera llena de oportunidades, los españoles tienen que huir de su país y alejarse de su gente para conseguir trabajos mal pagados o aquellos que no quieren los de aquí. “Lo mismo que sucedía en España con los inmigrantes”, me dijeron alguna vez. Pues, seguramente.

Algo común es ese afán por seguir adelante y buscar nuevas oportunidades

A todos esos jóvenes y no tan jóvenes que han dado el paso de buscar nuevas oportunidades fuera de su país. ¡Bravo! A esos que han decidido actuar, en vez de quedarse perdiendo el tiempo en casa de sus padres ¡Bravo! A esos que prefieren luchar por conseguir las cosas, aunque sea a veces malviviendo, en vez de renunciar a sus sueños por el conformismo ¡Bravo!

Lo que se está viviendo en España no es una fuga de cerebros. Supongo que los inteligentes son los que consiguen un trabajo dentro. Pero los que se marchan sí que son los que hacen cosas. Los que mueven un país. Los que luchan por sus sueños. Los que fracasan y los que los consiguen. Los que tienen sangre. En definitiva, los que viven.

 ¡A todos ellos un muy feliz año 2014! ¡Que todos vuestros objetivos se os hagan realidad! O al menos, que os acerquéis a ellos. Sean cuales fueren, ¡Mucha suerte!

domingo, 22 de diciembre de 2013

El tabú de los pies (en España)

Cuando te vas a vivir fuera no solo aprendes cosas del país al que te vas, sino que también te planteas el  porqué de algunas cosas que nosotros hacemos de una u otra manera. Damos por sentado que lo que nosotros hacemos es lo correcto, pero cuando chocas con otras culturas e intentas explicar por qué para ti es mejor hacer algo de otra forma, te quedas sin palabras. Supongo que nuestras tradiciones son muy sabias y tras años de forjarse ciertas costumbres alguna explicación habrá, y nosotros confiamos ciegamente en ello.

Por eso hoy quiero hablaros de nuestra fobia a los pies, esa timidez por sacarnos los zapatos y a quedarnos con calcetines. Parece que nos da vergüenza, no nos sentimos a gusto y consideramos de muy mala educación estar descalzos en lugares públicos o con personas con las que no tenemos suficiente confianza.

¿Por qué en España nos da vergüenza descalzarnos en público?

En Canadá esta norma social se la pasan por el forro.  Al contario, lo impolite sería más bien lo contrario. Entrar en casa ajena significa directamente descalzarse nada más cruzar la puerta y hacer vida en calcetines. Tanto si es una visita íntima, como una fiesta multitudinaria. Todo el mundo descalzo, bebiendo sus cervezas o copas de vino y bailando  (bueno, bailando poco), más bien conversando con gente que acabas de conocer. Y si no lo haces, alguien rápidamente te llamará la tención. No se cortarán, te lo aseguro.

Sorprendido me quedé en mis primeras clases, cuando vi que el profesor sin ningún tipo de pudor se sacaba sus zapatos y se disponía a dar la clase descalzo, al igual que muchos otros estudiantes que desenfundaban sus pies sin ningún tipo de culpabilidad. Eso sí, las clases están todas forradas de moqueta.

Incluso en el trabajo, no es raro que la gente se desprenda de las botas y deje respirar sus pies a la interperie. Y os diré que es muy gratificante dejar respirar tus pies después de tenerlos enfundados en botas de goma ideales para los días de mucha lluvia y de nieve.

No te olvides de quitar los zapatos nada más entrar en una casa canadiense

Y si en España lo habitual es dar las clases de pilates en calcetines, aquí también van un paso más y todo el mundo se los quita. Y no será porque aquí haga más calor. Pero no, no penséis mal, en la piscina siguen la tradición española y conservan el bañador… :P

Lo más exagerado que he visto ha sido lo de unos chicos que ya dejaban directamente su calzado fuera del apartamento, tirado en el descanso del portal, al alcance de todo el mundo…

Y esta costumbre no es exclusiva de Canadá. En casa de mis amigos de Londres entrar con calzado en casa también está prohibido. En Bruselas un amigo amablemente me preguntó por mi número de pie y al momento me trajo unas zapatillas con ese número. Y creo que en todos los países del norte de Europa es de lo más común. Y sin embargo en España, a ver como le decimos a los colegas, “oye, te importaría quitarte los zapatos?”. ¡Que va! sufrimos en silencio viendo como se estropea la alfombra de la sala. :P

Estampa habitual en la entrada de una casa canadiense
¿Qué nos pasa a los españoles con los pies? ¿Qué tipo de trauma tenemos que nos cuesta tanto enseñarlos? Supongo que este pudor viene de lejos, de cuando el día que tocaba baño era el domingo. Y, claro, el olor que se desprendía al quitar los zapatos no era de lo más agradable. Y de ahí mantenerlos bien encerrados. Vamos, es lo único que se me ocurre.

Pero ahora que presumimos de nuestra higiene diaria, ¿por qué no nos quitamos los zapatos al llegar a cualquier casa? Desde luego, los pisos se ensucian y se estropean mucho menos. En mi reciente visita a España, ya con mentalidad medio canadiense, se me hacía raro entrar en  las casas de mis amigos con botas.


Al final, es todo cuestión de costumbre y de llevar unos bonitos calcetines… Ya que aquí en las fiestas, ligues o no, se enseñan… :P

domingo, 8 de diciembre de 2013

Volver and come back

Quizás un domingo a las 6 de la mañana no es el mejor momento para escribir un nuevo post, pero son cosas del jet lag. Y tanto tiempo sin escribir pues lo merecía.

Volví. Sí. Me cogí de nuevo un avión a Londres y otro a A Coruña. Y después de casi 50 horas de viaje (con visita incluida a amigo en Londres), timbré a las 10 de la noche en casa de mi familia sin que ellos supieran nada. Sí. Sorpresa, sorpresa. Porque las cosas que vienen de repente no deben ser siempre malas. Y por ese momento de saltos y alegría ya mereció la pena un viaje tan largo. Imaginaros que de repente llega a casa alguien que pensáis que estaba a 8.000 kms. de distancia…

Yo soy demasiado vago para grabarlo y editarlo (y viajar solo tampoco ayuda), así que aquí os  dejo el vídeo  de donde surgió la idea y que refleja bastante bien lo vivido:



¿Por qué volver? Pues fue como cuando todo el universo se conjura para que algo sea así. Y es que todo indicaba que era el momento. El término de una etapa (la escuela) y el comienzo de otra. Una boda de alguien cercano. La posibilidad que me ofrecieron en el curro de trabajar desde España.  Y la necesidad de volver en un año a pesar de tener visado para más tiempo, para no perder el paro, que tuve que suspender al salir del país (vuelves; lo activas y antes de marcharte lo vuelves a suspender y ya tienes de nuevo otro año de plazo para reanudarlo). Y básicamente, porque lo necesitaba. Estaba saturado. Me sentía bloqueado y estancado. Y necesitaba cargarme de energías para volver con más fuerza y aprovechar al máximo esta nueva etapa fuera de la escuela y centrada en el trabajo.

Air Transat una vez más una muy buena opción para volar

Volver  a tu vida después de bastante tiempo  fuera es una sensación que nunca había vivido. Seis meses no parecen tanto, pero la vida continúa para todo el mundo. Extraña y agridulce sensación la de ver tu vida sin ti. Sobrinos más altos y más mayores, amigos con niños que antes no tenían, amigas más embarazadas que nunca, amigos con nuevos amigos, ex con nuevas vidas y mi antigua casa con sus nuevos inquilinos. Aunque, como me ha comentado un compañero de trabajo a la vuelta, “seguramente quien más ha cambiado seas tú, pero no te has dado cuenta”. En cualquier caso, muy contento de haber compartido cervezas y cafés con quien he podido, y esperando hacerlo pronto con los que no ha podido ser en esta ocasión. Ah! Y habiendo recuperado un poco de peso!
 Lo que no ha cambiado nada es la situación de España. Y esto va para los que no estáis allí. Las mismas noticias de miseria, corrupción y depresión. Calles con negocios cerrados por todas partes. Y uno se da cuenta de que la ciudad en la que habías vivido ni tiene los edificios tan altos, ni es tan limpia, ni tan bonita y ni siquiera la fiesta (que aquí sí que debería ganar por goleada) es tan divertida y excitante como recordabas. Y es que la España de hoy poco tiene que ver con la de hace 10 años.

Llegar a Vancouver y que te reciban en chino no tiene precio...
Y sin embargo mi mundo en Vancouver sigue tal cual lo había dejado. Recibimiento gélido, como cabría esperar de este país. En mis dos primeros días en la ciudad la temperatura máxima no alcanzó los 0ºC. Por lo visto no es lo habitual, pero así ha sido el recibimiento. Y en lo personal, pues igual. Lo de la temperatura ya debió de ser un presagio. Encuentros previstos cancelados y una desorientación total en lo que a las relaciones personales se refiere. Pero, bueno, yo a lo mío. En la búsqueda de un nuevo trabajo que complete o mejore el que ya tengo. Seguir estudiando inglés por mi cuenta. Y comenzar una rutina de práctica deportiva que había perdido.

¡Buenos días a todos! Es domingo. Son las 7 de la mañana. Y aquí uno ya ha hecho algo de provecho…  (o no) :P