jueves, 13 de marzo de 2014

Diez meses en Vancouver y convertido en un auténtico busy man

Miércoles, mitad de la semana y escupiendo adrenalina por todas partes. Así es mi lunes a viernes habitual. Cuatro horas de trabajo. Veinte-treinta minutos para llegar al segundo. Y cuatro horas más para finalizar. Dos medias jornadas que hacen una completa.  A ello se le suman mis visitas al gimnasio, hacer la compra, cocinar, lavar ropa, estudiar algo de inglés,  practicar el listening con películas y alguna vida social. En definitiva, me he convertido en un busy man al Canadian style! :P

Y a pesar de trabajar ocho horas seguidas, comiendo mi sándwich o la comida de mi tupper delante del ordenador, pocas veces mi trabajo me había provocado tanta satisfacción. O si lo he sentido ya no me acordaba de ello ¿Tengo el mejor trabajo de mi vida? No ¿Es la mejor empresa en la que he trabajado? No. Pero venir de un país donde el desempleo y las malas condiciones laborales son la causa de una depresión  colectiva, te hace valorar esa sensación de estrés, de que no te llegan las horas para hacer tantas cosas y de que se sucedan acontecimientos prácticamente cada día.

Imagen tomada en mi camino entre trabajos
Trabajar, aprender trabajando, sentirte valorado y obtener pequeños triunfos que te motivan a seguir adelante es en estos momentos una de las grandes satisfacciones de mi vida en Vancouver. Además, el hecho de hacer cosas nuevas, que se multiplican por dos con dos trabajos, tener compañerosde distintos países (Brasil, Japón, Reino Unido, India, Corea, China y, por supuesto, Canadá), hablar cada día con personas con historias diferentes e intentar ayudarles  y ofrecerles soluciones.... Nunca pensé que diría esto, pero es cierto, trabajar puede ser un motivo para la felicidad, sin que tenga que ser ganando mucho dinero  esforzándote poco.

Trabajo en una statup (una empresa online) y en un college que está empezando, por lo que ambos lugares son caldo de cultivo de nuevas ideas, nuevos retos y aprender día a día con cosas nuevas.
Es curioso como esta situación me recuerda a mis comienzos laborales, cuando trabajaba más duro a cambio de menos dinero, pero lo hacía ilusionado porque creía en el proyecto de mi empresa y estaba contento de participar en él. Desde luego, ver nacer una empresa, aportas tus ideas y verla crecer día a día es una gran satisfacción personal.

Ya van diez meses en Vancouver y mirando hacia atrás veo todo lo que he avanzado y los objetivos que he ido cumpliendo. Mi inglés dista mucho de ser perfecto, pero soy capaz de comunicarme en prácticamente cualquier situación. La gente me entiende sin problemas y yo cada vez necesito esforzarme menos para entenderlos, aunque sigue habiendo personas y acentos que se hacen más duros.

Típica valla para tapar las obras, pero aquí dice "necesitamos personal"
Laboralmente, he conseguido pasar las tres entrevistas a las que me han llamado y he ido progresando poco a poco en donde me he quedado. He conseguido que fueran valorando mi trabajo a pesar de mi macarrónico inglés y en ambos casos me han mostrado su interés en intentar ayudarme para conseguir ampliar mi visado de trabajo, lo que no es poco y se agradece y mucho.

A nivel personal, la ciudad inhóspita para la vida social que me ha llegado a parecer Vancouver en algún momento, ya no lo es tanto. Y las barreras culturales y lingüísticas, que he sufrido y padecido para hacerme un hueco en ella, parece que poco a poco se van suavizando. Sigo topándome con conductas que no comparto y con una forma de ver las cosas que no entiendo, pero poco a poco voy consiguiendo interpretar sus códigos, recibo mensajes y llamadas en mi móvil que antes eran imposibles y llega el fin de semana y ya tengo que empezar a organizarme para cenas, cafés y fiestas. Y he descubierto que el acento español hablando inglés es sexy! :P

Ahora también soy consciente de que no todo estaba fuera, sino también dentro de mí. Llegas a una ciudad nueva, con una cultura diferente y un idioma que no dominas, sin amigos ni familia, y esperas recibir lo mismo que recibías de ellos, sin darte cuenta de que eres un completo desconocido para todo el mundo. Y tú eres la única persona con la que puedes contar.

Una de las primeras imágenes que saqué de Vancouver
Pero también es cierto que te acabas cruzando con mucha gente excepcional, mucha que pasa y poca que se queda. Pero también la hay. ¿Españoles? Sí, por supuesto. Claro que no puedes estar rodeado de españoles todo el rato. Y que si estás en otro país es para integrarte y hablar su idioma. Pero también es cierto que, cuando estás fuera, tener a mano a alguien que pueda compartir tu visión de las cosas y con el que sabes que puedes contar en cualquier momento es un lujo. Y yo afortunadamente creo que he tenido la suerte de conseguir ese equilibrio.

Es curioso como ahora que empieza la cuenta atrás, uno es cuando más disfruta, porque lo que antes era muy difícil ahora ya no lo es tanto. Veamos a ver qué pasa en estos tres meses y medio que me quedan, pero si no puede seguir siendo en Canadá, el mundo sigue siendo muy grande ¿no?